Hacía mucho tiempo que no traía una crónica de un concierto. La última, si no recuerdo mal, fue de mis queridos KARONTE (Death Metal cántabro).
Este finde, el heavy y yo nos fuimos a quitarnos el frío invernal con los navarros BOCANADA y los corraliegos SINBAT. Y nos lo pasamos mejor que bien.
CRÓNICA:
Un año atrás habíamos disfrutado de una genial noche de rock gracias a los navarros, y esta vez regresábamos al mismo lugar, para cargar las pilas de nuevo y dejarnos la garganta.
Después de semanas esperando la fecha pintada en el
calendario, Viernes 23, llegamos a la sala
Black Bird de Santander, para volvernos locos con SINBAT y BOCANADA.
Esta vez puedo decir que los teloneros, SINBAT,
si fueron de mi agrado total. Puede que sea eso que dicen de que la sangre
tira, y que el lugar de procedencia también, pero este quinteto de Los Corrales de
Buelna, va a dar mucho que hablar. Rock callejero con unos toques de teclado y
flauta que convierten su música en algo más especial, en un grupo diferente. A manos de Verónica, Victor, Aitor, Luis y Paula.
El setlist fue cortito pero nos dejaron, entre otras, algunas perlas como “Días de Duelo” (que da nombre a su maqueta), donde “palpitamos con gran brío”. Navegamos “Entre las Dudas” y “fuimos borrando nuestras huellas hasta llegar a la cordura”, y nos sentimos por unos momentos “Gato de Callejón”. SINBAT nos calentaron el corazón y nos hicieron despertar y pasar un rato agradable antes de dejar su lugar en el escenario a los BOCANADA.
Cualquiera que haya visto al grupo de Berriozar, ya sea en festivales o salas más
pequeñas, sabrá que son sinónimo de comerse el escenario. Lo destrozan al
completo. Son como un vendaval que después lo deja todo en ruinas, al menos así
quedaron nuestros cuerpos casi 23 canciones después del comienzo.
Martin
confesaba que venían a despedirse de la gira que les ha llevado por distintas
ciudades durante estos meses y de la que les quedan pocos conciertos, y creo
que no hay mejor forma de despedirse que dándolo todo.
Abrieron el repertorio con el tema “El Voladero”,
de su último disco “El Sino de la Herida”.
Desde los primeros acordes sentimos que la tormenta de rock había comenzado.
Fueron intercalando canciones de sus anteriores
trabajos “Agua y Barro” y “Caballos de rienda larga” con los del
nuevo disco, sin darnos tregua para respirar y coger fuerzas para saltar.
Llegó “En Cueros”, y al público le quedó claro ese
fragmento de la canción que dice “pisar
escenarios con la rabia de un jabalí herido”, porque si algo caracteriza al
vocalista de la banda es que no para ni un momento de saltar y dar vueltas
dejándose las energías en cada nota.
Al ritmo de las baquetas de Pepo, mezclándose con
los acordes de Juanito, Rupi y Abel, danzamos con Cuesta Arriba, Gallo de Pelea, sintiéndonos como
hormigas a las que nadie podía borrar la sonrisa.
El Faquir nos devolvió al tiempo presente y a los desgarros de garganta que le dan a la banda ese toque hardcore que tanto nos gusta a los extreme-metaleros, ese toque especial de contundencia y fuerza que le da una bocanada de originalidad al grupo.
Con Huele a Muerto “rebuscamos en miradas vacías tesoros perdidos”, antes de coger un poco de aire para sentirnos en “La Madriguera” con el corazón a mil por hora, impulsado por las alas y el motor de unos poderosos riffs estridentes que van haciéndose un hueco entre la melodía hechizando a los presentes.
Le siguieron canciones como No me he rendido, recordándonos que no debemos perder el tiempo dejándonos pisar por la gente que no merece la pena. Tras Como los Ratones, llegó La Guadaña y sentimos empantanado el corazón entre arrebatos del querer, antes de hacer más vivo el sentido de no abandonar con Sus Calaveras.
Personalmente disfruté mucho de “Relinchos de libertad” porque es
una de las canciones cuya letra consigue ponerme la piel de gallina con sus
palabras: “y tatuaré de mi cuerpo cada
pedazo, y enseñar las letras que llevan mis brazos, que son de la gente que
quiero, de la sangre que llevo por dentro” y así entre recuerdos de esa
sangre, no pude evitar gritar.
Después de coger fuerzas, nos cayeron los “Martillos del Cielo” y nos sentimos “Entre Barrotes”, “Comiendo Soles”, para después reír por los sueños y los recuerdos con “Río” e imaginarnos al cantar a cierta voz cazallera.
Nos subimos al “Tejado” para pasarnos los minutos “Aguantando el
Chaparrón”, hasta que se extinguiesen “Las Cucarachas”.
Y con “Mala Hierba”, Martín nos dio la oportunidad de cantar al bajarse del escenario y mezclarse entre la gente (y esta que os escribe la cagó quedándose en blanco y diciendo recordar en vez de respirar, pero dicen que la intención es lo que cuenta), y de tener un recuerdo al que regresar con el paso del tiempo.
Seguimos gritando y saltando entre los acordes de “Tu nombre se escribe con sangre” sabiendo que estaba cerca el final y no nos importó dejarnos las fuerzas y la voz con “Que me arranquen el pellejo a tiras”, para acabar la noche cruzando la oscuridad “Campo a Través”.
Nos marchamos con un gran sabor de boca, felicidad en nuestros pulmones y energías renovadas para volver a casa entre gritos atronadores de recuerdos y sonrisas.
(Fotos de Rebeka y Manuel)