27 abr 2011

EL SOL NO DERRITE LA NIEVE

Ahora el sol no derrite la nieve.
Hace tiempo, bastaba con uno solo de sus rayos, para que los granos de agua congelada se deshicieran, convirtiéndose en simples charcos de lluvia estancada.Y el rastro de la nieve desaparecía, y yo no te encontraba…
únicamente era capaz de sentir mis lágrimas...

Pero ahora, hace ya algunos años, el sol calienta, calienta pero no derrite la nieve, y tú permaneces ahí, intacta, sin esfumarte, sin disfrazarte de charcos de agua de esos que sólo sirven para ahogar mi alma…Estás ahí, en ese rincón más profundo de mi corazón, ayudándome a seguir adelante.

Y no me hace falta coger un autobús para pisar el asfalto de tu nueva casa.

Me basta con cerrar mis ojos y abrir la puerta que habita dentro de mí, esa puerta que conduce a otros mundos, a esos mundos paralelos y lejanos que a veces están demasiado cerca, y nada más abrirla, ahí estás.Sonriente, con los brazos abiertos, esperando mi llegada.

Y la luz radiante no me ciega, y mis pupilas no se entristecen, mis sonrisas no cesan.

Mis sonrisas se balancean, y mi voz no tiembla, mis manos no tienen miedo, mis pies alocados se atragantan en sus pasos, y al llegar a ti, toda la lluvia acumulada desaparece, me abrazas, te abrazo, y sonreímos.

Sonreímos, mientras mi sangre camina con fuerzas desorbitadas y mi corazón ronca acelerado derramando intensas ganas de vivir, sonreímos mientras mi alma liberada respira tranquila intentando reconocerse en sus suspiros.

Demasiado tiempo sin sentir todo lo que está sintiendo…
Sonreímos, nos miramos a los ojos, y en tus pupilas puedo ver las mías reflejarse, y brillan, brillan cómo hace tiempo que no brillaban, y eso me hace sentir bien.
El reloj avanza deprisa, sin pausa, y llega el tiempo de marcharse, de caminar hacia a la oscuridad, de dejar atrás la luz, llega el momento de despedirse, de fundirse en un último abrazo, y pronunciar: ¡Hasta otro ratito!, porque entre nosotras nunca existirá un ¡adiós!, es el instante de transitar sobre los pasos ya dados, cruzar el umbral de la puerta, mirar hacia atrás para lanzar la última sonrisa, besar con mis labios la palma de mi mano derecha y lanzarte un beso.

Es hora de cerrar la puerta y de acariciar con la yema de mis dedos sus tres números, 696, es hora de suspirar y seguir adelante, sin tristezas, sin melancolías.
Y al finalizar el camino, sonrío de nuevo, pero esta vez lo hago con los ojos abiertos, sonrío y el sol sigue sin derretir la nieve, sigue brillando en lo alto del cielo, pero su resplandor no me escuece.
Mi corazón late con fuerza, mi sangre camina con fiereza, mi alma ya anda revoloteando acelerada como esas mariposas color violeta que danzan enloquecidas entre los silbidos del viento, anda loca en busca de nuevos sueños por los que luchar.

Y tú, tú sigues ahí, detrás de la puerta, en lo más profundo de mi corazón, esperando a que nos volvamos a ver, sin alejarte, sin marcharte.Sin despedidas, como un día entre sueños me prometiste.
Porque hoy el sol calienta, pero no derrite la nieve.
*Para mi ángel de la guarda con nombre de lluvia congelada.

2 comentarios:

  1. Quizá el sol no derrite la nieve, pero sin duda abriga el corazón, lo mismo que estas letras. Hermosas y tristes, pero llenas de calor y sentimiento.
    Saludos

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  2. ¿Se puede escribir "acojonante" en este blog? Me da un poco de cosa, sobre todo después de tus hermosas palabras, pero creo que es el término que mejor define lo que me has hecho sentir.
    Estoy acostumbrado a leer ese intento de intenso dramatismo literatario-sentimental que todos, sobre todo al principio, solemos hacer. Ya sabes, cosas como "ecos lánguidos y certeros en las sombras de un futuro tan incierto como la nada" y demás chorradas.
    Lo tuyo, sin embargo, es completamente diferente. No hay nada superfluo en tus palabras, ningún término está ahí porque sí, nos ametrallas con una imagen tras otra para romper la dura coraza que aleja al lector de ti, y luego, cuando estamos indefenso ante la poesía de tu lírica, vuelcas en nosotros tus más hondos sentimientos y, por si esto fuera poco, nos abandonas con una sonrisa en los labios al leer la dedicatoria.
    No sabría por qué imagen decidirme, aunque sin duda la que más me ha llamado la atención ha sido ese "Sonreímos, mientras mi sangre camina con fuerzas desorbitadas y mi corazón ronca acelerado derramando intensas ganas de vivir"

    En serio, me reitero en la zafiedad: acojonante. Y una vez más repito: no veo la hora de leer lo siguiente que escribas.

    Muchas gracias.

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