Hoy un gran amigo (de esos que sabes la enorme suerte que tienes de tenerlo) me ha hecho reflexionar sobre ciertos sentimientos que se apoderan de mí por culpa de mi pasado, al recomendarme este cuento de Jorge Bucay.
Gracias a estas líneas me he dado cuenta de las sombras que me acechan a veces. Y de la luz que se esconde dentro de mí. Porque aunque a veces no me lo crea, aunque me cueste verlo: TENGO LUZ DENTRO DE MÍ.
Gracias a Francesc Miralles por su sabiduría y amistad.
"Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de
los circos eran los animales.
También a mí como a otros, después me
enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la
enorme bestia hacía despliegue de su peso, tamaño y fuerza descomunal...
pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al
escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que
aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin
embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas
enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y
poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de
cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y
huir.
El misterio es evidente:
¿Qué lo mantiene entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando
tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los
grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío
por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el
elefante no se escapa porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia:
–Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con
el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo
recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la
misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy
seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó
tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.
La estaca era ciertamente muy fuerte para él.
Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía...
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a sus destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree –pobre– que NO PUEDE.
Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...
Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad... condicionados por el recuerdo de «no puedo»...
Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón...
JORGE BUCAY, «Recuentos para Demián»"
Precioso relato y palabras muy sabias. El pobre elefante no se ha dado cuenta de lo mucho que ha crecido y de lo fuerte que es.
ResponderEliminarComo tú dices, creo que esto es muy aplicable a nosotros, y a nuestras cadenas invisibles. Esas que nos hacen creer en los momentos de flaqueza, que no seremos capaces de cumplir nuestros sueños.
Yo creo que la clave para cumplirlos está en la pasión y en la constancia para intentarlo una y otra vez. Para volverse a levantar SIEMPRE.
Un fuerte abrazo.