Las huellas de mis botas antes pronunciadas están ya
totalmente desdibujadas.
Las gotas líquidas color escarlata se funden con el
hielo puro, tiñendo de carmesí su escalofriante escarcha.
Y me siento bien. Son muchas las veces que me he
desangrado. Esta tan solo es una más.
Centenares de pájaros negros revolotean en el cielo no
muy lejos de aquí. Cantan alocados, gritan alocados.
Y sus graznidos no me atormentan.
Están esperando mi muerte para poder velar por esa parte de mí que siempre perece.
Que agoniza una y otra vez.
Sus reclamos
no me dan miedo porque su crascitar siempre me ha infundido fuerzas, fuerzas
para resurgir como un guerrero, fuerzas para seguir adelante aunque a veces
camine derrotada.
Sé que cuando acabe por desangrarme ellos recogerán
mi corazón congelado y contaminado, lo transportarán en sus picos atravesando
la inmensidad del infinito, lo acunarán entre sus plumas color azabache, lo
sanarán con su saliva, se darán el relevo unos a otros hasta que yo me sienta
totalmente recuperada.
Bajarán desde el cielo para beber la última gota de
mi sangre infectada de agrios recuerdos y cuando mis muñecas estén totalmente
limpias y secas, con mucho cuidado colocarán mi corazón tras mi pecho. Y entre
todos me alzarán, me ayudarán a levantarme.
Me harán volar para que vuelva a pelear por mis sueños.
Y cantarán su danza macabra para mí, impregnando de
ánimo mis venas, dando cuerda a mi corazón, reparando mi alma. Y de su
oscuridad se desprenderá la vieja luz, esa luz que siempre me ayuda a encontrar
el camino, esa luz que penetrará mis pupilas y me ayudará a ver lo que nunca
debería dejar de ver. Mi propia esencia.
Y cuando la oscuridad navegue entre los estruendos
de las tormentas, ellos volverán a cantar para mí, recordándome quién soy.
No importa si el sol me arruga la piel, no importa
si la tristeza de los días grises revolotea cerca de mí queriéndome abrazar, no
importa si las noches son tan oscuras que no brillan ni la luna ni las
estrellas, ellos siempre estarán ahí, vigilantes, acompañando mis pasos.
Y de entre los truenos retronarán las voces que
llevo dentro.
Caeré y renaceré.
Moriré y resurgiré. Como siempre.
Y no me importará desangrarme en palabras, una y mil
veces, porque sé que solo así sanará mi ser.
Y de entre los truenos retronarán las voces que
llevo dentro.
Porque mi alma es negra, es negra al igual que su
aterciopelado plumaje, porque “nunca
llueve eternamente”, ellos me lo han enseñado, porque con sus gritos me
ayudarán a resurgir, a alzar mi espada para combatir al enemigo.
Y cantarán su danza macabra para mí, impregnando de
ánimo mis venas, dando cuerda a mi corazón, reparando mi alma…
Y cantarán su danza macabra para mí, las aves
negras. Los cuervos de la noche altivos entre los relámpagos de luz de las tormentas.
+ Banda sonora: AMON AMARTH_Cry of the Black Birds
Siempre hay que levantarse. No queda otra, pero resurgiremos con ánimos.
ResponderEliminarMe ha encantado el relato. Tanto el estilo como lo que narras. Y la música ha sido un buen descubrimiento para mí, ya conocía al grupo pero hasta ahora entre unas cosas y otras nunca me había parado a escucharlos, claro error.
ResponderEliminarUna buena canción y un buen relato : )
Siempre encontrarás una forma de volverte a levantar, eso te hará cada vez más fuerte.
Un beso