En una pequeña libreta de color rojo posada sobre la mesa de la cocina, junto al desayuno.
Escrito por unas manos temblorosas a altas horas de
la madrugada, cuyo corazón ansía unos brazos en los que sumergirse y sólo
encuentra soledad y un ensordecedor silencio.
Entonces ese mismo corazón se deshace en palabras.
Y se tumba sobre su colchón de 1'50, demasiado grande, demasiado frío...y a cada segundo sueña y
se desespera, sueña y se desespera…hasta el mismo momento en el que la melodía
de un reloj en la lejanía canta las seis y media de la mañana.
Entonces abre los ojos y vuelve a susurrar entre
sonrisas, perdiéndose en la dulce mirada de unos ojos marrones, sumergiéndose
en los brazos que tan bien conoce:
“Siempre mis
palabras estarán impregnadas de los retazos de sonrisas que no quieras, y
dejarán de ser deshechos de tus labios, para convertirse en poesía escrita por
mis manos…”
+Palabras nacidas de mí, en una noche cualquiera, para el dueño de mi corazón.
La poesía es como el agua de una fuente, capaz de impregnarse de todo y ser transparente. Reciclado final de alegrías y desastres.
ResponderEliminarUn beso
Este relato tiene belleza. Se te da bien la poesía. Me gusta el final.
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