Siempre pensé que era yo la que escogía los libros
que me interesaban, pero desde hace un tiempo creo que son ellos los que me
escogen a mí.
El otro día me topé con un libro cuyo título me
atrajo tan fuerte que sentí la necesidad imperante de comprarlo.
El libro se titula “HACIA LA LUZ” de la escritora
CARE SANTOS. He de admitir que tan fuerte era esa necesidad como lo era también
mi miedo a lo que me iba a encontrar entre sus líneas.
¿Miedo? Si.
No tenía muy claro si éste era el momento adecuado
para leer este thriller que esconde experiencias cercanas a la muerte, historias
de enfermos que en su última fase ven a numerosas almas errantes que aún no han
encontrado su descanso eterno y estudios
sobre esa luz brillante al final de un túnel.
No tenía muy claro si iba a ser capaz de resistir
algo así.
Ahora después de finalizarle sé que si era el
momento e incluso me ha hecho darme cuenta de que soy más fuerte de lo que me
pensaba y que todo sucede por algo.
Para alguien como yo (alejada de creencias
religiosas) ha sido un camino lleno de descubrimientos novedosos, de cómo la
sensibilidad puede agudizar nuestros sentidos y de cómo ponerse en la piel de
otros no es tan difícil.
“¿Qué
hay más allá de la luz? Sólo hay un modo de saberlo: caminar hacia ella.”
La historia narrada al principio del libro me
impactó tanto que me ha mantenido pensativa durante días. Al llegar al final
sigo en ese estado. No me planteo dudas en mis creencias, pero lo que si me
planteo es otra perspectiva, la cual no sé si será cierta o no, pero tampoco es
tan descabellada.
Pienso que algo tiene que haber en ese trascurso del
ser al ya no ser más. En cuanto a la existencia de esa luz, de esas siluetas de
las personas a las que queremos y que ya se han marchado, ahí esperándonos,
aunque no tenga certeza, es algo que ha pasado de incomodarme a no producirme
miedo. Al fin y al cabo la esperanza de todo ser humano es reencontrarse al
final de sus días con las personas a las que más ha querido en algún rincón del
tiempo y nuestra mente puede ansiarlo tanto hasta obtenerlo. ¿O no será nuestra
mente?
No sé si será cierta esa luz, al igual que no sé
hasta qué punto pueden ser reales los sueños que uno tiene con seres muy
queridos fallecidos, lo que sí sé, es que una vez más, un libro me ha escogido
a mí para devolverme tranquilidad, la paz y el bienestar interior; al igual que
ese sueño.
Justo ahora en estos momentos tan duros para mí, con
libros como éste el dolor se suaviza un poco.
Si queréis sumergiros en ese camino hacia luz por
unos instantes, si queréis tener otra perspectiva de la muerte, de quienes han
estado cerca de ella y han regresado, de quienes han estado tan cerca sabiendo
que ya no había marcha atrás que han necesitado una muerte digna y han
suplicado por ella a quienes decían ser lo que no eran, de quienes han sentido la
presencia de otros seres, no tenéis más que compraros este libro y dejaros
llevar.
Un thriller impregnado de verdades, distintas
realidades, amor, apariencias que engañan…
El final del camino ha sido revitalizante, reparador
y enérgico. Con la imposibilidad de mantenerme neutral en su historia.
Y os quedará clavada cual espina al acabar el libro,
la certeza de que el ser humano a veces puede llegar a ser tremendamente
egoísta, retorcido y carecer de escrúpulos al aprovechar la agonía de otros
para su propio beneficio. Las apariencias engañan es algo que también se
aprende entre estos párrafos, aunque de esta certeza ya tenía constancia.
Después de todo esto, opino que nadie tiene derecho
a robarle la vida a nadie pero tampoco a jugar con su muerte.
Cada uno debería elegir el momento en el que dejar
de sufrir en un punto de no retorno. Si escogemos vivir nuestra vida cómo
realmente queremos, deberíamos tener la oportunidad de poder escoger la forma y
el momento de acabar con ella cuando seamos conscientes de nuestra
degeneración.
Caminar hacia la luz no ha sido tan cruel ni amargo,
aunque en algunos momentos ha sido muy difícil para mi corazón. Aunque puede que no sea apto para todas las sensibilidades lo
recomiendo fervientemente.
A mí me han pasado cosas bastante inexplicables que no eran de este mundo, podría decirse así. Y durante años intenté saber por qué a mí, o me llené de preguntas. Ya no me pregunto, sin embargo algo parecido a una fe, diría que no religiosa, se ha ido ganando espacio en mí. Y acepto que la muerte es tan natural como la vida. La una lleva irremediablemente a la otra. Y lo acepto así, con todas las connotaciones, a veces imposibles del verbo aceptar.
ResponderEliminarUn beso
Me fio de tu criterio, la verdad es que parece bastante interesante. Lo incluiré en el próximo pedido a la fnac, que justo la semana pasada me gasté un pastonazo en libros.
ResponderEliminarUn abrazo enorme, Rebeca, me alegro de que ese camino literario haya sido menos crudo de lo que te temías ^__^